martes, 24 de noviembre de 2015

Mis problemas con los aeropuertos

Los aeropuertos me dan pánico. Especialmente el momento del control de pasajeros. Recuerdo un viaje a París para cubrir el Salón Internacional de la Alimentación. No paraba de pitar por todos lados en el arco de seguridad. Cometí la torpeza de llevar encima la grabadora y otros 'trastos de matar' de los periodistas. Me cachearon y me hicieron descalzarme. Además tengo la sospecha de que mi rostro se debe parecer a algún terrorista internacional porque este verano yendo a Turquía me hicieron un 'control especial aleatorio' en el que me obligaron a desmontar la cámara de fotos, entre otras cosas. Ahora con lo que está pasando en el mundo no quiero ni pensar el tercer grado al que me someterían. En julio a mi mujer camino de Grecia se le olvidó una crema en el equipaje de mano y tuvo que dejarla en el aeropuerto. Era de esas que tienes que pedir un crédito para pagarla. Lo curioso es que una vez que has pasado el control entras en una zona llena de tiendas donde se puede comprar de todo a precios de locura, desorbitados. Me parece que en esto también hay mucho negocio por detrás. Mucho más divertido es lo que le pasó a Zhao , una pasajera china de 40 años que en el aeropuerto de Pekín no dudó en beberse una botella entera de coñac en vez de dejarla en tierra. Y tenía sus motivos. Era un Rémy Martín de casi 200 euros. La borrachera que cogió fue tal que no pudo embarcar y tuvo que dormir la cogorza en un cuarto de descanso al que la llevaron los policías. Lo cierto es que no se mantenía en pie. Todos deberíamos hacer lo mismo que Zhao. Los aeropuertos serían más divertidos. Refrán: Con pan y vino se anda el camino.

Una vuelta de tuerca a la Agroganadera

Trujillo como villa es una maravilla y como cabaña, la mejor de España . Con este refrán cerró su intervención Manuel González , presidente del comité ejecutivo de la última edición de la Agroganadera. No le falta razón, pero tampoco es menos cierto que al certamen le hace falta una vuelta de tuerca muy a fondo tras más de treinta años de trayectoria. Y no me refiero a lo obsoleto de las instalaciones, con espacios vacíos y viejos y sin la muestra comercial de hace tiempo. Me refiero a alicientes para los visitantes. Trujillo no puede quedarse en una simple exposición de ganado. Necesita un plus de atractivo, porque, de lo contrario, sólo van a asistir los ganaderos para dar un vistazo, saludar a los colegas y volverse a sus explotaciones. Diego Albardonedo , secretario de los Ovinos Precoces, ya hace tiempo que insiste en que las ferias no pueden medirse por la cifra de negocio de sus subastas. Cree que es necesario ofrecer exhibiciones de cocina, talleres, y actividades que conecten la materia prima con lo que al consumidor al final le interesa: la leche, los filetes, los asados, las calderetas... Y yo creo también que por ahí van los tiros. También las instituciones van a poner cartas en el asunto. Rosario Cordero , presidenta de la Diputación de Cáceres, hizo un break en el vino de honor para anunciar a los profesionales que se van a iniciar rondas de conversación para el rediseño de la feria. Creo que es un acierto, pero es algo que llevo oyendo muchas veces, tanto en Zafra como en Trujillo: lo importante es llevarlo a cabo con seso y tino. De lo contrario la Agroganadera se va a ir apagando sin que nos demos cuenta