lunes, 18 de enero de 2016

Sinatra, en mi altar de mitos particular

Hasta hace poco sólo dos personajes formaban mi universo mitológico personal: Bob Dylan y Ché Guevara . Desde que leí el último libro del periodista hispalense Francisco Reyero he decidido incluir a Frank Sinatra en mi altarcito de personajes ilustres y referentes vitales. 'Nunca volveré a ese maldito país' se subtitula este documentado trabajo que tiene en la anécdota su columna vertebral y que analiza exclusivamente el paso de La voz por un territorio nacional que abandonaba la autarquía y necesitaba de la pátina de grandes estrellas para hacérselo creer al resto del mundo. Yo sabía del carácter voluble de "ese que las desmaya", pero el libro Sinatra perfila aún más la personalidad poliédrica de un actor-cantante que seducía a la vez que se comportaba como un verdadero tirano. Muy interesante es el triángulo amoroso entre Ava Gadner-Sinatra-Mario Cabré, este último un curioso caso de actor-torero que colocaba a todas las femme fatal al alcance de cualquier españolito de entonces. Así éramos de ilusos y creo que seguimos siéndolo. Franky empieza a caerme bien por su manía de escupir a los retratos del dictador cuando era llamado al orden, generalmente con motivos para ello. Me fascina cuando pone una conferencia para llamar a Ava Gadner y cantarle piano en ristre por teléfono. En un momento de carencias morales y materiales, el paso de Sinatra por nuestro país era un viento fresco, aunque éste tuviera mucho de huracán. Al margen dejo las juergas, adicciones, picarescas, matones y noches flamencas del intérprete, me quedo con lo mejor: era alguien irrepetible. Es curioso como, aunque dijo que no volvería a España, sí que lo hizo en dos ocasiones después, claro está, por dinero: en una el empresario que lo trajo se arruinó y en la segunda ya no era ni la sombra de lo que fue. Sinatra ha entrado gracias a Francisco Reyero en mi universo, que añora estrellas de cine que se comporten como tales y no con la mediocridad actual. Refrán: Músico pagado no toca buen son.