martes, 30 de junio de 2009

Reflexiones sobre Michael Jackson


Recuerdo a un Pedro Guerra todavía casi desconocido decir en una gala en el Gran Teatro: "A mí me gustan mucho los niños... ¡Pero no tanto como a Michael Jackson !". Aquello, que en su momento fue dicho con ironía, al pasar el tiempo se convirtió en una triste realidad. El artista que quería ser Peter Pan y vivir en una infancia permanente acabó pagando 20 millones de dólares para evitar ir a un juicio por un supuesto delito de pederastia. Y es que Jackson ha sido víctima de su propio personaje, desmesurado y grotesco. Abogo por los artistas cuya vida creadora y personal sean continuación una de la otra. No creo que se pueda ser verdaderamente solidario --por muchos millones en causas benéficas que te gastes-- si después cuando se apaga la luz realizas actos inconfesables con los seres más indefensos del mundo. Tanta donación entonces se justifica por la mala conciencia de los benefactores, abrumados por sentimientos de culpa. Siento realmente pena por este hombre que abjuró de su raza hasta ser esperpento. Su cirujano plástico afirmó sobre él que debió parar de operarse hacía ya "cuatro narices".
No sé por qué pero me da la impresión que Jackson estaba completamente solo en sus palacios y de que tenía pegados a la chepa una legión de lacayos que se aprovechaban de su estupidez. Como en el cuento de El traje nuevo del emperador , nadie se atrevía a decirle al Rey del Pop que iba vestido como un mamarracho por miedo a quedarse sin prebendas. Y él, claro, se mentía ante el espejo, narcotizado ante tanta adulación sin límites. Refrán: Cuando se tiene mucho talento se roza el esperpento.