martes, 9 de junio de 2020

Visita al santuario

El pasado viernes decidí subir a visitar a la Virgen de la Montaña. No soy persona de devociones folclóricas, ni me gustan especialmente romerías y procesiones. Pienso que en muchos casos muestran una religión de cara a la galería. Cuando se acaban los fastos seguimos arrastrando nuestras debilidades humanas. Sin embargo, soy creyente, y recordé que en estos meses la patrona de Cáceres debería haber bajado a la ciudad. Sentí que, ahora que se puede, debía rezarle un Ave María en persona, allí en la Montaña.

En el santuario nada más entrar me encontré con Juan Carlos Fernández Rincón, mayordomo de la cofradía, quien también es cabeza visible del Banco de Alimentos de Cáceres. Alimento para el alma y el cuerpo. Esas dos cosas se necesitan más que nunca ahora y es muy significativo que una persona reúna esas dos vocaciones.

Creo que cuando alguien le reza a una Virgen, en realidad, se está dirigiendo a todas las advocaciones marianas del mundo. Me sobrecogí, otra vez, ante el retablo churrigueresco y me llamó la atención, de nuevo, el reló de pared que hay a la izquierda. Los fieles estaban separados uno a uno en cada banco. No fui original en mi petición. Le rogué a la patrona que pare este reguero de dolor, enfermedad y muerte a nuestro alrededor. No solo hay muertes por el covid-19, también hay muchas enfermedades que no se han tratado o que han empeorado en el confinamiento, especialmente en nuestros mayores. Le pedí que parara la sangría económica que ya está llevando a muchos ciudadanos a comedores sociales. Le pedí que la nueva normalidad no sea el disparate que me imagino: una oportunidad para que los poderosos sometan al ser humano aún más en aras de un distanciamiento social que está deshumanizándonos. Le pedí que esta locura pase lo más pronto posible. No soy de liturgias ni manifestaciones públicas de fe, pero lo supliqué en silencio con todas mis fuerzas. Refrán: Para la Virgen de agosto, recoge la cosecha y prepara el mosto.