martes, 26 de agosto de 2014

El misterio de las charangas

Es tiempo de charangas. Las fiestas de agosto y honras patronales de los municipios extremeños son campo abonado para ellas. Un festejo sin charanga está abocado al fracaso. En Extremadura he descubierto el poder de atracción que tienen estas agrupaciones musicales populares. Puedes estar en la plaza de un pueblo, 'tomando las once', o sea, el aperitivo, más o menos animado, pero en cuanto suenan las notas de 'Paquito el Chocolatero' o 'Llegó la banda' el público parece que entra en un baile de san Vito colectivo sin tener epilepsia diagnosticada. Lo mejor es tener entre los miembros de la charanga algún conocido. Muchas veces me he encontrado con Diego Parra Pedrazo , hijo del añorado corresponsal en esta casa en Malpartida de Cáceres y miembro de 'La 7 Cuadrilla'. Es un excelente saxofonista. Este pasado fin de semana me topé con Goyo Tovar , que fue también articulista de EL PERIODICO, cuya habilidad al clarinete en 'Semos la leche', del Casar, me sorprendió. A la charanga la invitas a un plato de paella en una peña y tienes asegurada la música un par de horas. Los que segundos antes eran probos funcionarios, profesores, cirujanos, enfermeros, fuerzas del orden público o recios hombres de campo empiezan a pegar brincos sincopados en un paroxismo digno de estudio. Las mujeres improvisan una verbena en la que bailan pasodobles o hacen unas raras jaculatorias de rodillas sobre algún tema popular con letra picarona. En fin, que si yo fuera alcalde en vez de tanta carísima orquesta forastera me decantaba por las charangas locales bien repartidas. ¿Para cuándo un concurso de charangas en Extremadura? Refrán: En la fiesta del patrón, repiques, cohetes, música y sermón.