martes, 19 de mayo de 2009

Paisaje tras la dura batalla de Soraya

No he experimentado en carne propia lo que son los fenómenos de masa colectivos hasta este pasado sábado en Valencia de Alcántara. Fui con escepticismo y acabé sumándome al Todos con Soraya sin ninguna duda de fe. Tras las votaciones, la verbena en la plaza era el paisaje triste de después de la batalla, pero los bares de la noche valenciana eran todo un ejemplo de pundonor desde la humildad de un pueblecito extremeño que no sabe, ni entiende, de politiqueos eurovisivos. De tanto escuchar la canción una y otra vez de madrugada hasta empezó a parecerme buena. Yo suelo ser crítico, pero la actuación de Soraya fue francamente brillante. O eso me pareció enardecido por la masa. Y mejor fue el apoyo de sus paisanos, que aun con la penúltima posición seguían cantando sin parar eso de La noche es para mí. Al día siguiente, en las horas ambiguas que mezclan a los madrugadores con los últimos de la fiesta, en el bar Ibérica escuché:
--¿Qué tal quedamos ayer?
--Pues mal en fútbol y en cante, peor...
Pero rápidamente hubo quien explicó que la debacle musical fue por un mamoneo entre países por no sé qué rollo de la emisión de la semifinal. O sea, que el que cantara bien o mal fue lo de menos. Ahora entiendo lo que es actualmente la Unión Europea: un conjunto de alianzas en las que los ciudadanos somos los que menos importamos. Sé que Eurovisión no es la Unión Europea. Pero se le parece y desde el sábado tengo mis oscuras sospechas. Refrán: Extremadura, con Soraya, que siempre da la batalla.