martes, 13 de febrero de 2018

‘Portavozas’, ‘miembras’ y ‘altas cargas’

Recuerdo a un veterano linotipista y corrector de esta casa llamar ‘Tumbaburros’ al diccionario. No le faltaba razón. Y su imagen me ha venido a la mente cuando Irene Montero ha empleado el término ‘portavozas’, inventado por ella, imagino que para reivindicar un lenguaje más inclusivo con la mujer y no por ignorancia.
El lenguaje es lenguaje y no una herramienta política. Cuando así se utiliza lo estamos prostituyendo. El lenguaje no es feminista ni machista per se, sino la manera en la que se emplea. ‘Portavoz’ es genero común y el masculino o femenino lo determina el artículo o adjetivo que acompaña a la palabra. Son conceptos básicos, pero la ESO ha hecho mucho daño y ya no hay remedio para ciertas cosas.
Todo empezó en 2008 con Bibiana Aído, llamando ‘miembras’ a las diputadas del Congreso. Otro dislate que hizo temblar los cimientos de la mismísima RAE.
Hacer guiños al mundo feminista es, por supuesto, admisible a todas luces, pero no a base de dar patadas a nuestro rico, variado y hermoso léxico.
Ya Carmen Romero, diputada por Cádiz del PSOE, dijo en 1993 aquello de ‘jóvenas’ para animar a las mujeres a hacer carreras técnicas. Efectivamente, muchos pensarán que el lenguaje será lo que sus usuarios quieran que sea y que se pueden cambiar las reglas de juego de un plumazo. Pero eso no es así, la evolución no debe ser revolución, porque corremos el riesgo de que el lenguaje se convierta en un arma al servicio de oscuros intereses.
Creo que en la educación ha estado el gran error que nos ha convertido a todos --yo no me excluyo-- en machistas, conscientes o no. Queda una larga batalla por librar; la que de podamos hablar sin herir los sentimientos de nadie, sin levantar suspicacias y con pleno respeto a todos los géneros existentes, habidos y por haber. Refrán: La igualdad es el alma de la libertad; de hecho, no hay libertad sin ella. (Frances Wright)