miércoles, 2 de marzo de 2016

Abusos e impunidad

Más de mil personas denuncian haber sido víctimas de abusos sexuales por el clero belga en los últimos cuatro años. Dos antiguos alumnos de la escuela Maristas de Sants-Les Corts ratificaron hace unos días las agresiones sexuales a las que presuntamente los sometió su exprofesor. Ya van 17 denuncias. Afloran nuevos testimonios. El Ministerio de Empleo y Seguridad Social suspende de empleo y sueldo a un trabajador del CETI de Melilla por un presunto intento de abusos sexuales y malos tratos a residentes de este centro de internamiento de inmigrantes. Les prometía trato de favor si accedían a sus requerimientos. ¿Dónde nos hemos equivocado? ¿En qué momento de la educación ha habido una fractura tan brutal para que se sigan produciendo estos hechos? No me vale que me digan que se trata de hechos aislados por parte de individuos al margen de la sociedad. Normalmente suelen estar protagonizados por personas con formación, estudios y trabajos fijos. Las víctimas suelen tener secuelas de por vida. Y si no me creen, solo basta con seguir el caso de un profesor de kárate de Tenerife condenado recientemente por violar a un niño de nueve años y distribuir pornografía infantil en internet de menores, incluso bebés. Al muchacho lo amenazó con un palo de madera. Ahora el niño sufre secuelas psiquiátricas permanentes. Y suma y sigue. Las agencias de noticias todos los días inundan las redacciones con este tipo de noticias, de tal manera que ya ni siquiera lo son. En ocasiones hasta yo mismo he sentido una profunda incredulidad ante la gravedad de los hechos. Desgraciadamente, nada más lejos de la realidad. El ser humano es capaz de alcanzar las más sublimes metas pero también de estos abyectos crímenes. ¿Podrá la educación salvarnos de esta plaga? ¿Cómo evitar poner a los lobos a cuidar de los corderos si vemos que en muchas ocasiones los abusadores eran los propios maestros o cuidadores? Refrán: Entre usar y abusar, hay el canto de un real.