martes, 20 de abril de 2010

Las cartas del Tarot

Le salió El diablo y sintió en su cuerpo un escalofrío. Después le siguieron La muerte , La torre desplomada , El colgado ... Todas cartas funestas. Y, de colofón, La justicia al revés. La peor de las cartas posibles. Entonces el ejecutivo se lamentó de haber ido a ver al tío Lagarteiru a Eljas a que le echara las cartas del Tarot para saber su destino. En el silencio del chozo gris del valle del Jálama los ojos del consultante y del nigromante se cruzaron.
--Es sólo un juego engañabobos, una coincidencia, dijo.
--No subestime el poder del Tarot. En el mundo hay fuerzas inexplicables, contestó tío Lagarteiru con solemnidad.
Entonces se fue y en su cabeza quiso olvidar lo que había pasado. Y lo consiguió. Pero poco a poco su vida fue sufriendo todo tipo de sorpresas: Un inesperado giro de mala suerte tiñó todas sus decisiones. La empresa que regentaba empezó a ir mal. Su mujer enfermó de un cáncer de pronóstico incierto. Sus hijos, hasta entonces estudiantes-ejemplo, se convirtieron en unos vándalos. Uno de sus amigos murió repentinamente. Entonces, él, en el cementerio, ante el féretro de su colega se acordó de cuando había bajado hasta Gata a ver al brujo. Le llamó por teléfono. Había desaparecido. Trató de buscarle en el pueblo y nadie daba razón de él. Entonces se sintió el hombre más desgraciado del mundo y se lamentó mil veces de haber consultado aquel oráculo funesto. Hasta entonces su vida había sido un lecho de rosas. Ahora que el destino se había fijado en él se sentía como una pequeña pluma en manos de un viento iracundo y caprichoso. Refrán: El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos.