Hoy es la Fiesta de
Todos los Santos, y mañana, Difuntos. La invasión cultural yanqui nos ha ido
metiendo a fuego lento, película a película, sus bárbaras costumbres para este
día. Es una pena que en los colegios y guarderías vistan a nuestros hijos de
zombies y otras horteradas cuando aquí existe una extensa liturgia sobre la
jornada, desde nuestro tradicional Don Juan Tenorio hasta el famoso ‘calbote’ o
consumo de castañas asadas.
Aquí –que tan dado somos a rasgarnos las vestiduras—nos
llevamos las manos a la cabeza cuando vestimos al niño de pastorcillo en el
belén escolar, no vaya a ser que se contamine, se atente contra su libertad
religiosa o el agnosticismo de sus progenitores. Cuidadín. Eso sí, el halloween
que no falte. Su ‘truco o trato’ y toda la pesca llegada allende los mares. La
verdad es que se me pinza el estómago cuando veo a la chavalería pidiendo
caramelos por los portales vestidos de mamarrachos. Pero ahí no hay objeciones
de conciencia que valgan, porque se lo pasan muy bien. Es mucho más divertido
que los eternos versos de Zorrilla. Dicen que la cultura es lo que queda cuando
todo se olvida. El problema es que nos estamos olvidamos de todo lo importante,
de lo nuestro principalmente. Y no se es reaccionario o ‘facha’ por cuidarlo.
No sé por qué el día de hoy tiene como temática el miedo.
¿No da ya mucho miedo la violencia de los telediarios? ¿El maltrato de género?
¿Las crisis humanitarias en Grecia, Turquía y Siria? ¿Los asesinatos que están
in crescendo en nuestra sociedad? ¿Los abusos de la banca y la corrupción
política? Eso sí que da miedito de verdad, más que los payasos diabólicos, otra
moda importada de Estados Unidos que no sirve más que para hacer daño y
volvernos tarumba. Algún día nos arrepentiremos de abjurar tanto de nuestras
raíces. Pero será sin duda demasiado tarde. Ya lo estamos viendo. Refrán: De
nada se ha de tener tanto miedo como del miedo. (Franklin D. Roosevelt).