No voy a señalar a ninguna entidad financiera en concreto,
porque la mayoría ya se ha apuntado a la moda del ‘cibercajero’. Con ello han
cambiado drásticamente el modelo de relación con el cliente.
Eso de tener la sucursal bancaria en el barrio donde te
atendían con más o menos diligencia está pasando a la historia. Se están
cerrando a mansalva y sustituyendo por unas oficinas sin personal donde en un
cajero automático muy moderno se realizan ingresos y pagos, amén de otras
operaciones.
Me temo que el factor humano en la banca ha desaparecido
casi por completo. A mí me gustaba tener a alguien enfrente, saber quién hacía
los apuntes y a quién podías preguntar o reclamar. O incluso, en sueños,
echarle una filípica.
Ahora, en las pocas oficinas donde hay personal tienes que
sacar número como en la carnicería, pero no es un recibo, sino una especie de
silogismo matemático. Entonces te toca ‘ir al cine’. O sea, esperar ante una
pantalla que aparezca ese galimatías que se supone te indica la mesa correcta.
Y yo me pregunto ¿Y eso lo puede hacer una viejecita o un cliente de edad
avanzada como es el perfil de una gran mayoría? Me temo que por mucho que nos
expliquen cómo se maneja un cibercajero automático muchos no van a saber su
utilización correcta. Hace poco vi a un padre ya anciano pidiéndole a su hijo
que sacara del cajero 15.000 pesetas… Todavía pensaba en pesetas, imagínense…
No se sabía ni el número PIN ni el código PON, ni nada. El resultado fue que el
cajero se quedó la cartilla y el señor mayor sin efectivo para su día a día.
Una pena. Creo que es un error esta política de banca impersonal, automatizada
y cruel con los mayores, que no tienen por qué saber informática. Solo han
pensado en beneficios, aquilatar costes, aligerar personal y al cliente que le
vayan dando. Así de claro. Refrán: El dinero al ignorante, lo hacen necio y
petulante.