martes, 4 de abril de 2023

El duro oficio de cantar

El concierto el pasado Sábado de Pasión en la Sala Boogaloo de Cáceres me recordó una vez más lo inmensamente duro del oficio de cantar. La cacereña Paula Rubio y el gaditano Luis G. Lucas hicieron gala de un derroche de talento y belleza musical, con buen sonido, muchas ganas y la ilusión desmedida que caracteriza esas edades. Aunque el espectáculo se redujo a un consumo casi familiar, fue de esas joyas que a veces puede uno encontrarse en una ciudad (y un país) donde el tiempo de los cantautores pasó y solo se presta atención a lo desmesurado y a los macroconciertos. A veces lo pequeño y lo sencillo llega más dentro y tiene más valor. Éste fue el caso.


Paula Rubio es una cantautora local con ideas y hambre de escenario. La vimos en la plaza Mayor el pasado verano y demostró que el gran formato no le queda grande. Tiene la pureza de quien no está aún contaminado por los riesgos laborales del oficio: managers, representantes, industria discográfica, organismos oficiales, gestores culturales… Y en esa candidez reside el inmenso valor de su trabajo. Canciones trabajadas y hechas con las tripas, que llegan al espectador.


 La otra parte del binomio, Luis G. Lucas atesora mucho oficio y experiencia. Gran parte de sus temas hablan de perseguir sueños en el mundo de la música por encima de prejuicios sociales e imposiciones comerciales. Tiene dentro ese duendecillo del genio gaditano y sobre todo mucha gracia y saber estar en el escenario. Ojalá esta unión musical y vivencial con Paula tenga más recorrido y muy pronto tengamos nuevos trabajos de ambos dos. Eso no está en sus manos. A veces para que el talento se revele al gran público tienen que suceder extrañas serendipias y casualidades ajenas a los creadores. Ellos tienen posibilidades, que los vientos los lleven pronto a Ítaca.