martes, 12 de junio de 2012

Evocación


Siempre me han fascinado las cualidades innatas para las artes que permanecen latentes en los seres humanos y que afloran cuando queremos dar lo mejor de nosotros mismos. Es lo que he visto este fin de semana en Garrovillas de Alconétar, mi segunda patria --chica o grande según se mire-- donde la que los vecinos han recordado cómo se vivía a finales del siglo XVII. Ninguno de los actores era profesional del teatro, pero las ganas de rendir homenaje al pueblo donde viven, les llevaron a encarnar, con bastante soltura, distintos personajes en una larga representación que se desarrolló a lo largo de más de diez escenas. El marco de la evocación fueron la plaza Mayor que da fama a la localidad y que ahora lucha por ser Bien de Interés Cultural. Los resultados no tuvieron nada que envidiar a muchos montajes que tienen el marchamo de profesionales. Falló la organización del público, que tenía que desplazarse y colocarse en un sitio distinto en cada escena y todos somos tan egoístas que queremos estar siempre en primera línea. Pero detrás de ese día han culminado grandes esfuerzos por parte de los ciudadanos, que gracias a la magia del teatro pasan de ser carteros a clérigos o 'aguaores', o de médicos a maestros o cómicos de la legua. Ciegos trotamundos, alguaciles, patronas de posadas insalubres, curas, nobles, soldados, monjas... Todos estos personajes divirtieron al público y han salido de la imaginación de quienes se han pasado la vida estudiando los legajos y la historia de la localidad. Estoy seguro que no se va a quedar esto solo en un día y que se va a repetir y perfeccionar. A veces la solución para dar 'vidilla' a un pueblo está dentro de nosotros mismos, que nos crecemos cuando nos tocan la fibra sensible. Refrán: En cada villa, su maravilla.