martes, 25 de septiembre de 2007

NOCHE EN VELA EN LA ESTACIÓN DEL BUS

Como tenía sequía de ideas para contar en la columna me decidí a ir a la estación de autobuses a ver qué es eso del cruising . "Vamos a vivir una noticia en carnes propias", me dije. No se preocupen. No he adquirido un nuevo hábito, ni he cambiado mi orientación sexual, si es que alguna vez he estado orientado en ese aspecto. Para quien no sepa qué es el cruising les diré que es sexo ocasional, con desconocidos, rápido e inconsciente en un lugar público determinado. Debe ser una nueva moda importada, pero a mí me recuerda a los mirones y exhibicionistas de urinario de toda la vida. Pero, ala, dale un nombre en inglés y ya parece que es algo que solo practica gente muy selecta y muy fina.
Pues bien, a la salida del periódico, en vez de irme a casa, decidí pasarme por la estación de autobuses. Estuve una media hora observando a quienes usaban el baño de caballeros. Pero no pasaba nada, ni entraba nadie.
Entonces entré y --oh, sorpresa-- había alguien que debía estar evacuando su vejiga desde hacía media hora. El hombre, calvo y de camiseta ajustada, me miró como esperando algún guiñoteo. Yo me metí en los baños que cierran la puerta, asustadillo. Leí las inscripciones anónimas durante un buen rato. Son imposibles de reproducir en esta columna y hacían referencia a encuentros por esos lares e invitaciones varias a no sé qué prados cercanos.
A mi salida, el muchacho rasuradete seguía por allí, pululando sin parar. Me dejó preocupado. ¡Tan joven y con problemas de próstata! Refrán: Yo que tú consultaba al doctor López Ibor.