martes, 20 de octubre de 2015

Benditos y malditos

El artista maldito tiene su reflejo en muchas páginas inolvidables de la literatura universal. Podría parecernos incluso que es una licencia poética o una figura exclusiva de algunas biografías de poetas románticos. Sin embargo, es una realidad más común de lo que pensamos. Hace breves fechas el cantante Manolo Tena , que en tiempos fue famosísimo por canciones como Tocar Madera o Sangre Española , ha regresado de un abismo vital que le llevó a dormir en la calle. Fue su familia y en especial su hermano Rafa quienes le han ayudado a superar tras, según ha afirmado, "tocar fondos muy raros". Nadie está exento de pasar por un trance parecido, aunque hay mundos como el de la música que parecen abonados a trayectorias complejas. Y el público ve a estos cantantes otrora benditos como malditos, y siente una malsana atracción por saber qué fue lo que les llevó del Olimpo a la cloaca. La poesía ha sido el verdadero salvavidas de este autor que no ha destacado precisamente por su autoestima. Escribir es lo que ha salvado a Manolo Tena, al que he visto alguna vez en el escenario y no siempre en las mejores condiciones. La palabra se convierte en terapia de una vida que nos deja cicatrices a todos. El vértigo, el barullo mental en el que a veces nos vemos envueltos, se remansa con el verbo, con la arquitectura del lenguaje. Dice Manolo Tena refiriéndose a otros malditos como Antonio Flores , Antonio Vega o Enrique Urquijo : "Nadie ha nacido para morir. Lo demás son cosas que pasan". Benditos artistas, malditos los que se benefician de ellos torciendo sus vidas. Refrán: Benditos mis bienes, que remedian mis males.