martes, 10 de septiembre de 2019

Armas de adicción masiva

Hace unos días, mientras disfrutaba de las vacaciones, escuché una conversación que me dejó perplejo. Una muchacha que nos acompañaba en una excursión aseguraba estar on fire porque su último selfi acaparaba ya los 300 likes en solo un día. De entrada, los anglicismos y los latiguillos en espanglish me repelen. Pero lo que más me preocupaba es esa dependencia casi enfermiza de la aprobación de los semejantes. Y el problema no es la tendencia a la ‘vedetización’ o al narcisismo, sino la imposibilidad de ser feliz sin consultar móviles, tabletas u ordenadores. Todo ello ha desembocado en una nueva patología psicológica: la nomofobia. Estamos siendo bombardeados por armas de adicción masiva.

Es verdad, si alguna vez salgo de casa sin el teléfono me siento desnudo, desamparado y desasistido. Incluso he llegado a darme la vuelta a por el terminal aunque no estuviera esperando una llamada urgente. La adicción al móvil se extiende. Hemos perdido el gusto por la tertulia, por mirarse cara a cara, por la conversación enriquecedora y pausada. Cuando tenemos más posibilidades para comunicarnos es cuando más incomunicados estamos.

Algunos expertos explican que la dependencia de un entorno virtual irrumpe cuando el real, generalmente el afectivo o el familiar, es deficitario. La adicción a la pantalla es tal que muchos han perdido su trabajo. El abuso es nefasto, aunque peor es el mal uso por parte de los adolescentes y niños, que tienen en los móviles unas puertas abiertas a todo lo bueno y todo lo malo del mundo. Muchos patrones del heteropatriarcado se difunden como la pólvora en sus redes sociales, cuando no la violencia o el maltrato. El móvil se ha convertido en el ‘opio del pueblo’ en su más puro sentido marxista. Narcotizados por los colores de la pantalla táctil nos sumimos en ella y buscamos el escorzo más arriesgado. Nos subimos a la cima del campanario y dejamos nuestra vida a merced de un ‘me gusta’ definitivo que puede llevarnos a la tumba. Refrán: Dos ladrones tienes en casa tú, el teléfono y la luz.