martes, 27 de mayo de 2008

La noche está llena de ti, tú eres la noche

Voy a apagar la luz y a llenarla de silencios tan grandes que solo se oirá el chasquido triste de los cuerpos cuando se aman y forman galaxias. Voy a buscar contigo las raíces de la tierra, aunque contagies la gripe, la desesperanza y otras enfermedades contra las que nunca me vacuné. Entre tu olvido y mi olvido hay entretejidas distancias como estaciones de tren, mapas, lápices y aburridas tardes de verano. Has alumbrado mi vida subida a una estrella errante. Eres la cabellera del cometa del tiempo. Traes en tus manos la caricia del árbol, la fragancia íntima de la hoja desnuda, el verdor imposible del musgo en el agua. Así que voy a apagar la luz para quedarme solo con ese mesmérico fulgor de tus pupilas tímidas. Tantas esperas en los ribetes de la madrugada, sin saber que estabas allí, entre la niebla, como una azulada araña expectante en la tormenta del azar. Ahora que llega el momento de las hachas en los bosques te apareces como una rama desnuda, en medio de lo interminable, fulgor agreste en la primavera del mundo. Flor dormida en las manos del jardinero. Extraña fruta de una tierra baldía. Tú eres la noche y la noche está llena de ti, de tus ojos en guardia ante las injusticias del mundo, de tu ira implacable contra los dictadores despóticos. Eres la madrugada insomne de los adolescentes, el deseo salvaje de las calles prohibidas.

Ahora, amor, ahora se abren las puertas de mi alma. Soy la llave que dobla la noche. Me agarro a los goznes de la vía láctea y me abandono, como un junco, a tu cuerpo venerable. Refrán: Ay, amor tirano, dame tus besos este verano.