martes, 6 de febrero de 2007

AMORES OLVIDADOS POR UNAS ALMEJAS AL VAPOR


Yo te quería. Tú me querías. Pero nos queríamos mal. Desde que la conocí había cambiado todos mis malos hábitos. Dejé de dormitar en el sofá. Leía buena literatura. Iba a los conciertos. Cocinaba almejas al vapor, que me causaban repulsión, pero a ti te encantaban. No importaba nada. Sólo quería servirte. Había dejado de ver a mis amigos más canallas y ahora vestía trapos de Zara. Me escondía por las esquinas para que no se rieran al verme tan arreglado, tan poco como yo era.
Para agradarte te había regalado un pijama con una nota en la que escribí: "Quiero ser tu abrigo en la noche. Aunque duermas sola, siempre estaré abrazando tu cuerpo desnudo".
A veces quedábamos en el vestíbulo del Extremadura Hotel y fingíamos un encuentro casual. Nos recostábamos en sus sillones un rato y después salíamos a pasear por la Madrila Alta.
El amor te narcotiza y el sentido del ridículo desaparece. Solo ves por los ojos de esa otra persona. Yo iba cada vez más vestido de diseño. Llegó un momento en el que ella cogía mi tarjeta de crédito y me obligaba a ir de rebajas y tiendas al Eroski.
Un día la descubrí vomitando. Yo le había hecho una cena estupenda, con almejas al vapor.
--Cariño, detesto las almejas. Me da náuseas solo de pensar en ellas, me dijo.
--¿Por qué las comías?, le dije.
--Solo quería agradarte, respondió.
Al día siguiente dejamos de vernos. Nuestro amor estaba asentado, como muchos, en una farsa. Refrán: Si no te gustan las almejas, no te las comas, las dejas.