martes, 26 de marzo de 2019

El guardián de la cueva

Carlos tiene unos fulgurantes ojos azules, el pelo rojizo y la piel tostada por el sol. Esos ojos mesméricos y grandes fueron los primeros en ver el interior de las cuevas halladas junto a la Ex-206. Seguro que, al igual que el egiptólogo británico Howard Carter cuando descubrió la tumba de Tutankamón, se quedó extasiado viendo las «cosas maravillosas» que había allí dentro.

Ahora se encarga de que el poder atractor de las mismas no se convierta en una trampa para los cacereños que se acercan. Es sábado y el tímido sol primaveral aprieta durante una tarde llena de tábanos y pasto seco. Él está allí, impertérrito y enjuto, con su chaleco amarillo encima del chándal haciendo su trabajo a la perfección. Con amabilidad invita al goteo de personas que se acercan a hacer la ruta del colesterol por otro camino. No suelta ni ‘mu’ cuando se le preguntan dónde están las entradas, aunque se ven al fondo unos montículos de piedra muy sospechosos. La cueva la descubrió un maquinista trabajando en las obras, pero fue él el primero que bajó con una escalera a ver qué era aquello. Ahora, gracias a ese honor, le corresponde el de ser el garante de sus maravillas. Son las seis de la tarde y Carlos está indicando a unos jubilados amablemente que tuerzan su camino. Todo el mundo se hace el encontradizo… Pero no nos engañemos. Todos vamos a ver si nos topamos con la cueva. Así somos los cacereños. Nos ilusionamos con poco. Soñamos con que el Calerizo sea una gran oquedad llena de tesoros prehistóricos, pinturas y estalactitas. Y hacemos el cuento de la lechera pensando en un Altamira cacereño que unir al Patrimonio Unesco.

Pero ahora queda un gran trecho por andar. Los arqueólogos tienen que hacer sus estudios y comenzarán los dimes y diretes sobre la continuidad de la obra de la ronda este. A lo mejor todo queda sepultado por el olvido y esas «cosas maravillosas» quedarán para siempre en la retina de Carlos. Yo me quedo con ese sueño y me pido ser el que venda las entradas para los futuros visitantes de nuestra ‘gruta de las maravillas’. Refrán: Cae en la cueva el que a otro lleva a ella.