martes, 10 de mayo de 2011

Ejecución

No puedo alegrarme de la muerte de nadie. Va contra de mis principios. Aunque el finado --en este caso el finiquitado-- tenga sus espaldas miles de víctimas inocentes. El asesinato de Bin Laden tiene visos de haber sido una ejecución sin reflexión alguna y sólo movida por la venganza. No se puede pegarle un tiro a un tipo en la cabeza y después decir que se ha cumplido respetuosamente la ley islámica. Cuando se ejecuta a alguien no se le respeta de ninguna manera. No me creo lo de que han tirado el cadáver al mar. A Ché Guevara lo expusieron como un trofeo cuando fue abatido por la CIA por el chivatazo de un traidor. Quizá temían que Osama se convirtiera en un icono o un mártir. Para mí que ahora está decorando algún despacho de la Casa Blanca como si fuera una pieza de caza. Lo cierto es que se han saltado a la torera todas las leyes internacionales habidas y por haber. Y todos callados y cómplices. Incluso los nazis tuvieron un juicio en Nuremberg. Incluso el dictador Ceauchescu sufrió un proceso sumarísimo en el que hasta el propio abogado defensor lo acusaba. Pero hubo algo, aunque fuera una pantomima de juicio. Me revientan los reportajes que ahora se están haciendo en loor y gloria de las fuerzas especiales norteamericanas. Me inquietan las amenazas de los talibanes. Me preocupa este mundo en el que hasta un presidente supuestamente progresista tiene que recurrir a este tipo de asesinatos de Estado. Aunque tenga toda la razón y motivos del mundo. Los sicarios siempre estarán ahí dispuestos a ejecutar a personas por un puñado de dinero. Algún día pagaremos caro haber dado la espalda a la Justicia. Refrán: Quien ama nunca mata.