martes, 7 de diciembre de 2021

Los primos exttremeños de J.J. Benítez

 Los primos extremeños de J.J.

Acaba de publicar el periodista J.J. Benítez el libro Mis primos. Ningún trabajo del escritor navarro me deja indiferente. Aunque esté en desacuerdo con sus propuestas, la lectura de sus investigaciones siempre me hace pensar y eso es de agradecer. En este caso vuelve al tema de los ovnis, asunto que ha marcado toda su carrera. A lo largo de más de 700 páginas analiza vestigios de los no identificados. Ha entablado con los extraterrestres tal nivel de complicidad que los llama cariñosamente ‘mis primos’, porque, además, entre sus teorías está que de alguna manera procedemos de quienes nos visitaron en tiempos pretéritos. El trabajo no deja de ser una selección de sus cuadernos de campo.

Extremadura aflora en las páginas de Mis primos. De hecho, apenas empezar, se detiene en las pinturas rupestres de Solanas de Cabañas, pedanía de Cabañas del Castillo. Allí, en los vestigios de antiguos pobladores distingue signos de visitantes del espacio. No menos interesante es el caso de Logrosán (1976) en el que María Sanromán Bazaga la emprende a escobazos con un melón luminoso que se le apareció «lo que dura en rezarse un credo». Se trataba de un foo figther, ya pasada la segunda guerra mundial. También ese mismo año, en Llerena, la carretera N-432 se llenó con una misteriosa luz alargada. 

Pero mi preferido es el muy conocido caso de Torrejoncillo, llamado «el fuego que bajó del cielo». En 1980, una especie de tornado de fuego llenó de pavor a la familia Salgado. Fallecen varios animales domésticos en lo que parecía un auténtico ataque con napalm de la guerra de Vietnam. Todo ello documentado hasta la extenuación. Para pensar, sobre todo ahora que el Pentágono ha creado un equipo de investigación de ovnis, aunque ellos lo llaman Grupo de Gestión e Identificación de Objetos Aerotransportados. La frase: ¡Hay gente pa tó! (Rafael El Gallo).