martes, 11 de junio de 2013

Engaños


Vivimos en una sociedad en la que el engaño está presente y es tolerado. Todos, de alguna manera u otra, somos serpientes con traje de santurrón, pero en ocasiones los límites de la picaresca se sobrepasan dejando un reguero de dolor. Hay una gran diferencia entre picaresca y robo. Chorizo es quien engorda las facturas de las dietas que pasa a su empresa como gastos de viaje. Está muy mal. Pero sin duda está peor sustraer del dinero destinado a aliviar el destrozo que causan los EREs. Es lo que presuntamente ha pasado en Andalucía: Había quien cobraba jubilaciones que no le correspondían y quien se lucraba como intermediario en esos enjuagues, incluso sindicalistas. Era dinero de todos y destinado a los trabajadores, a los sufridores de esta crisis. Otro ejemplo: está mal copiar en un examen. Pero peor es poner a tus trabajadores a hacerte la tesina, por muy duque que seas. Es el 'chocolate del loro' del caso Noos, pero seguro que a los estudiantes que están dejándose la piel y los cuartos en hacerla con un futuro incierto por delante no se lo parece. Caso aparte de engaño es el de Huang C. --bueno, Juan Carlos Aguilar -- que volvió del Tibet diciendo que era monje shaolín y montó academias de artes marciales. Engañó a periodistas como a Pepe Navarro y a científicos como Punset . Pero el engaño tiene las patas muy cortas. Podría haber seguido tomándonos el pelo a todos, pero los mienten acaban engullidos por sus propios embustes, en este caso con cadáveres que le acusan bajo el tatami de su falso monasterio. Al final, un mentiroso no es más que otro depredador en la hoguera de las vanidades humanas. Refrán: El hábito no hace al monje, por muy shaolín que seas.