martes, 22 de junio de 2010

Enfermo imaginario

Lo malo de tener una ´mala salud de hierro´ es que si te pones enfermo nadie se lo cree. Eso me pasó el viernes pasado cuando una adversa jugada del destino, una mala digestión o un exceso de tencas fritas me produjo un desarreglo intestinal considerable. Empiezas el via crucis particular con sudores y retortijones de estómago. Entonces sonríes forzadamente y le dices al compañero a media voz: "Creo que no me encuentro bien...".

Y lo haces con una boquita pequeña, tratando de no relajar ningún músculo más de lo necesario para no producir un desastre fisiológico público, menos lesivo al medio ambiente que el vertido de BP, pero casi tan escandaloso y vergonzante como éste. Entonces te vas a casa y te encuentras al vecino pesao de turno en el rellano.

--Hombre, Juanjo , ¡qué raro verte a estas horas por aquí! Precisamente quería comentarte una cosa que habéis publicado...

Y tú esbozas esa sonrisa automática sintiendo en tu interior como una indigestión de garbanzos en una plaza de toros a las cinco de la tarde. Aprietas las nalgas y tratas de ser todo lo amable que puedes asintiendo con la cabeza durante la paliza que te da el colega.

--Anda, tío, tú qué vas a estar malo... ¡Si estás genial!

Entonces vas a la farmacia rezando porque cesen los relámpagos y los truenos de tu intestino en el trayecto de tu casa a la botica. Miras al mancebo como diciendo "sácame de ésta". Y ellos te contestan que bueno, que eso no es nada, que eso con unas pastillitas, Acuarius y paciencia se arregla. Y al día siguiente estás dolorido y curado, pero con la sensación de que, de enfermo imaginario, nada de nada. Refrán: A los enfermos los sanos buenos consejos les damos.