martes, 23 de junio de 2015

Graduaciones, una gran americanada

Me alegra ver cómo el Palacio de Congresos de Cáceres ha estado a pleno funcionamiento estos últimos meses. ¿El motivo? Los actos de graduación que diferentes colectivos docentes han celebrado en él. No solo han sido universitarios, también alumnos de institutos de bachillerato y formación profesional han organizado actos académicos en este recinto, al que alquilan por horas. ¿Pero existe en la tradición española el acto de la graduación? Entiendo que es pasar de un peldaño educativo a otro pero... ¿es esto así? A estas graduaciones por lo general asisten todos los alumnos, estén aprobados o no, con lo cual la cultura del esfuerzo se vuelve a tirar por los suelos. La beca te la ponen hayas superado o no los exámenes. Además lucen birretes de corte norteamericano, incluso cuando no se trata de formación universitaria. Al final todo se resume en un desfile de vestidos bonitos, trajes de gala, pajaritas y chaquetas para el lucimiento de los alumnos y alumnas, pero lejos del espíritu docente y solemne que debe inspirar este acto. Me he enterado que hasta los niños de infantil cuando pasan a primaria les hacen actos de graduación. Demencial. En mis tiempos no había nada de eso. Las costumbres estadounidenses nos han invadido de tal manera --fundamentalmente a través del cine-- que pensamos que esta parafernalia es normal. Pero desengañémonos. Aquí quienes ganan son los hosteleros, las tiendas de ropa y los amantes de la tontería. Nosotros perdemos identidad y los muchachos, que se engañan a sí mismos. Conozco a alguno que se ha graduado tres veces y no aprobó ni el recreo. Refrán: Al que de ajeno se viste, en la calle lo desnudan.