martes, 20 de septiembre de 2016

Reclamaciones al maestro... robot

Es una pena que, con la necesidad que hay de crear puestos de trabajo, las grandes compañías --leáse eléctricas, telefónicas o bancarias-- hayan recurrido a la estrategia de atender al cliente con un robot que contesta al teléfono.

Dios nos libre de que haya un error en una factura o tengamos que darnos de baja en algún servicio. Cuando firmas el contrato todo son atenciones y agasajos: parece que estás entrando en el paraíso terrenal. Pero cuando surge el problema el bulto se escabulle de una forma pasmosa. Llamas a esos teléfonos en los que te sale un robot que te pregunta cosas.

Y que encima a veces no entiende si le dices ‘sí’ o ‘no’. Mira que es fácil. Eso sí, la conversación está siendo grabada por si las moscas. Qué detallazo.

Al final con suerte te pondrán con una señorita muy amable que habla como susurrándote, como si también fuera ella un androide, que te dice que ya te llamarán... que se pondrá en contacto contigo un jefecillo y notas un tufillo a escaqueo que no se puede aguantar.

La sensación de estar dando palos de ciego es aplastante. Es como estar en medio de la nada, sabiendo que eres protagonista de una gran tomadura de pelo consentida por los gobiernos sabedores de que el famoso maestro armero al que le reclama todo el mundo es un ordenador, hecho de chips y cables, que ni siente ni padece. Porque el que sufre eres tú, el ciudadano que cuando tiene un descubierto de unos céntimos en el banco soporta todo el peso de la ley y todos los recargos.

Los ciudadanos somos los que menos importamos en este engranaje maquiavélico. Y sin rechistar, no vaya a ser que te metan en una lista de morosos. Estamos desamparados ante esta práctica torticera. Pero no levantemos mucho la voz, no nos quejemos no vaya a ser que el robot se enfade y no consigas nunca que te atiendan. Chitón. Refrán: A quien te engañó una vez, jamás le has de creer.

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