jueves, 19 de abril de 2007

DEVOCIÓN POR SANTA MARTA

Cada 29 de julio, día de mi cumpleaños, se celebra la romería de Santa MaRta de Ribarteme en la localidad pontevedresa de As Neves. Esto no tendría en sí mismo nada de excepcional, al margen de la fascinación que siempre sentí por la hermana de Lázaro1, a la que se debe rezar cuando tienes dolores de oido. Pero esta romería popular tiene un sabor penitencial único, por lo siniestro y macabro. Los devotos de Santa Marta que quieran sanar de una enfermedad o quieran agradecer una curación a la patrona salen en procesión con la imagen ¡en ataúd! Son portados en hombros por sus familiares sin la tapa de la caja mortuoria. Imagino que esta actividad hunde sus raíces en la resurección de Lázaro. Recomiendo su visita.
Viene esta fiesta a mi cabeza porque la Semana Santa y la penitencia en general despiertan sentimientos difíciles de asimilar, no sólo por mí, sino por mi entorno, provocando polémicas como ésta entre mis amigos:
--¿Eres de una cofradía de penitencia sevillana? ¿Pero tú no eras de los del puño en alto?
En Sevilla --ciudad donde casi todo es posible en primavera-- muchos votantes de la izquierda recalcitrante se ponen el capirote estos días y le rezan a los Cristos y Vírgenes que sus abuelos rezaron toda su vida. Las cofradías realizan una labor social durante todo el año. Son ONG del periodo barroco que han llegado a nuestros días. Aparte de los capillitas y los fariseos que se dan golpes de pecho, para mí, la penitencia es una cuestión privada, personal y que me merece todo el respeto. Refrán: no me seas cebollote y ponte, si quieres, tu capirote.

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