miércoles, 17 de septiembre de 2008

Vida y muerte de tío Fausto, el de los toros

Tío Fausto había perdido la virginidad en Talaván, la vergüenza en Coria y media pierna en los toros de Serradilla hace ya tres veranos. Renegrido y más seco que la mojama, a tío Fausto no se le podía encasillar en una edad concreta. Demasiado viejo para tirarse al ruedo, pero muy joven como para pedirle que se retirase de su afición. Cuando nació ya tenía barba y el médico le dijo a su madre que había tenido un soltero para toda la vida. Ahora arrastraba su pierna ortopédica por todas las fiestas taurinas de la región. Aquello le daba la vida, y mucho más ahora que como último esquilador de burros de la provincia apenas tenía trabajo.
--"Pocos burros en el campo y muchos en Mérida", decía el sabio tío Fausto mientras enseñaba una boca llena de mellas, muelas picadas y zonas oscuras de claro origen infeccioso.
Tío Fausto se fajaba un pantalón atado con una guita o con un cuero de talabartero y se lanzaba a la lidia tradicional entre los vítores de la gente. Por la noche, en las fiestas de san Roque, se dice que era frecuente verle en bares de alterne en las carreteras, donde llegó a tener cuenta abierta. Desayunaba tostadas con aguardiente y por la tarde, tomaba un buen solysombra , mientras echaba la partida con los amigos. Usaba una gorra de mayoral tan raída y sucia por los revolcones que parecía un mendigo. Hablaba poco. No le hacía falta. Un día de borrachera se despertó en el campo rodeado de toros que le lamían las llagas. Entonces supo que había muerto y que estaba en el cielo. Refrán: Dame un capote de oro para que no me pille el toro .

No hay comentarios: