martes, 8 de enero de 2013

Familia


Estos días me he dado cuenta de la importancia de la familia. Más allá de las bolsas de regalos, más allá de las reuniones inacabables y a riesgo de que algunos me consideren reaccionario, lo cierto es que la familia es el cemento social que logra, de momento, que no se caiga este chamizo tambaleante que es la realidad española actual. Es cierto que hay cuñados muy pesados, tíos que cuentan la misma anécdota todos los años, y sobrinitos a los que mandarías empalar vivos para no oírles chillar. Pero gracias a esos abuelos, suegros, hermanos y amigos muchas familias están resistiendo la crisis en una suerte de trinchera que por ahora aguanta. Son los auténticos superhéroes de barrio que con su pensión o su ridícula paga están ayudando a hijos, sobrinos o nietos en peligro de extinción, machacados por el paro o las deudas. Porque cuando acaba la cena o el almuerzo en familia siempre hay una mirada cómplice de la hija a su madre que lo dice todo sin palabras. Y la madre se rasca el bolsillo para que esa hija cuyo yerno engorda las listas del Sexpe desde hace años no pase hambre. Y también hablo de la familia en aspecto amplio. Hay amigos que me hacen sentirme familia de ellos porque sé que siempre estarán para echarme un cable, porque en su casa siempre habrá una botella que descorchar y un sofá donde apoyar la cabeza. Porque los españoles tenemos muchos defectos pero si existe una virtud es que a los amigos de verdad se les trata como auténticos familiares. La familia es denostada por muchos como una institución atávica y atrasada, pero lo cierto es que logra cada día que no salgamos a las calles a hacer barricadas. De momento. Refrán: Nada mejor en la vida de una familia unida.

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