viernes, 19 de agosto de 2011

Cruce de caminos en el verano de la crisis

Cuarto año triunfal de la crisis. Cuatro años en los que la brecha entre los que tienen y los que no tienen se ha agigantado. Un verano más de playas llenas a rebosar, de gente divirtiéndose a más no poder, de comida que sobra en los restaurantes, de yates y opulencia de unos frente a otros que tendrán que regar con su sudor las grietas de la tierra o pasarse el día trabajando, gracias a una ETT, en un curro de mierda. En verano es cuando me doy cuenta de lo mal repartido que está el pescado. Mientras la 'jet-set' viaja en sus aviones privados rumbo a Marbella o a Ibiza, a mi cabeza vienen las imágenes los viejecitos asomados a las puertas de sus casas en los pueblos de España, sin más expectativas o entretenimiento que el paso de los coches o la llegada de un autobús cargado de forasteros.

No me extraña que la televisión ejerza sobre ellos una fascinación tan grande. En ella a diario aparecen paraísos de playa y chiriguito, fiestas selectas, opíparas comidas y personajes cuya máxima preocupación es decidir el color del papel pintado de su apartamento.

Estamos haciendo la herida cada vez más grande. No me extraña que haya 'indignados', pero tendrían que ser más. Debe haber algo que abotarga y atontolina a la mayoría de los mortales, incapaces de ver las grandes diferencias entre seres humanos. Y me estoy refiriendo al primer mundo. Si nos vamos a la India, Asia o a Africa esta desigualdad es un pecado que debería avergonzarnos a todos. Refrán: Más vale pan con amor, que gallina con dolor .

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