martes, 15 de octubre de 2013

Francisco, un Papa para la esperanza

Estaba en la plaza de San Marcos de Venecia este verano aguardando que abrieran las puertas de su famosa iglesia. Eran las ocho de la mañana y ya había una cola considerable de turistas procedentes de todos los países. En esa Torre de Babel dos viajeros nos escuchan hablar en castellano y nos preguntan por el horario. Es una cuestión de cortesía: tan solo quieren alguien con quien hablar para pasar las previsiblemente horas interminables en la cola. Un matrimonio, Ana María y Javier, con un marcado acento argentino, nos cuentan su largo periplo por Europa hasta llegar aquí. Roma tampoco falta en la lista de ciudades que han visitado, y la pregunta es obligada. --¿Qué sienten al tener un Papa argentino? Se les ilumina la cara de alegría. Y es que Francisco ha sido revolucionario desde el primer momento, enfrentándose a los lobis, despojándose de oropeles, depurando las responsabilidades de los dineros vaticanos, empezando a sentar las bases de una Iglesia de los pobres y para los pobres. Me gustan especialmente sus palabras sobre la hipocresía que tiñe las acciones de muchos sacerdotes, como los que no bautizan a los niños de madres solteras. Me gusta su denuncia de las condiciones de trabajo en muchos países supuestamente desarrollados que rozan el esclavismo. Ni conservador ni progresista, Jorge Mario Bregoglio está insuflando un aire nuevo a la Iglesia y ya se está empezando a notar. La gran pregunta es si los grupos de poder del Vaticano le dejarán hacer su trabajo, que es mucho. Todo tiene que cambiar. Refrán: A la iglesia por devoción, y a la guerra por necesidad.

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