jueves, 28 de diciembre de 2006

EL PERFUME DE LA LIBERTAD

Tristán tenía ojos de universo, melena rojiza, perilla de tunante y manos de carpintero. Era italiano. Había venido a Cáceres desde Katmandú. Quería vender su artesanía en el Womad. Con toda su apariencia estrafalaria había demostrado modales de caballero cuando le avisó a mi amigo Antonio que era su turno en los servicios de un bar de la plaza. Podía haberse colado. A pesar de que la necesidad era imperiosa en todos, él no quiso aprovechar una situación favorable para evacuar su vejiga primero y aliviarse. Aprovechamos el gesto para invitarle a una cerveza. Nos contó que hacía violas de gamba de artesanía. Vendía también flautas shanai, características de la India. Pero había cerrado el puesto. Ante tanta quincalla neohippie no parecía que sus instrumentos tuvieran éxito. El nos dijo que aprovecharía para ir a la manifestación contra la refinería que se celebraría al día siguiente. --Tenéis una naturaleza increíble. Parece mentira que vayan a hacer una cosa así. No lo entiendo. E una vergoña per tutti . Quedamos en que iríamos a comprarle algún instrumento al día siguiente. Pero su puesto no estaba en el paseo de Cánovas ya. Lo encontramos a punto de subirse a su furgoneta. Junto a Tristán le acompañaba una bella Isolda morena y sonriente.
--¿Por qué no has vendido hoy tus artesanías? --Porque el perfume de la libertad huele mejor que la vida. Me voy a Monfragüe. Ciao, bambini .
Refrán: Más vale ser hippie pero honrado que señorito malcriado .

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