jueves, 28 de diciembre de 2006

LA CULTURA DE LA CROQUETA

Le veo en todos los actos donde se ofrecen canapés. Tiene cara de gente. Siempre pasa desapercibido. Pero es el rey del pincho , el sumo sacerdote de los adoradores de la croqueta semifría. ¿Su objetivo? Pues meterse entre pecho y espalda lo que no está en los escritos bíblicos acudiendo a vinos de honor a los que nadie le ha invitado. Ya es parte de ese paisaje, con su cara anodina, su media sonrisa y su aspecto entre clásico y moderno.

--Camarero, no se lleve todavía esta fuente de jamón que me recuerda a mi madre...

Pero el momento más esperado es la aparición de los aperitivos calientes, esas croquetas industriales que están crujientes por fuera y heladas por dentro, con su sabor de cemento. Las coge poniendo cara como de pena, extendiendo su mano lentamente como una mantis religiosa a punto de dar su zarpazo mortal.
Yo lo he visto por la mañana en un desayuno molinero, por la tarde en la Feria de Trujillo y por la noche en una exposición de pintura. Y no creo que sea un hombre del Renacimiento.

--¿Pero tú has invitado a ése?

--No sé, debe ser algo de la Junta... ¿No te recuerda a alguien?

--Pues no me suena de nada, pero mira, mira como traga... Y lo peor es que El no tiene culpa de nada, sólo de tener hambre, de ser un superviviente. Hemos hecho cultura con la sopa boba y eso tiene un precio. He visto suelos llenos de palillos de tortilla después de la presentación de un libro; es el sello de los educados en el subsidio. Moraleja del martes: Para comer gratis sólo hay un secreto; tener buena boca, mucha cara y ser muy discreto .

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