jueves, 28 de diciembre de 2006

NOVENARIO DE TORMENTAS

Hemos vivido un novenario de tormentas. Yo no sabía qué significaba esa expresión tan cacereña, pero lo he comprobado en propias carnes. Al parecer, lo de las tormentas aquí es una suerte de liturgia que dura nueve días, como los rezos a los santos. El hombre siempre ha tenido miedo a una naturaleza incontrolable y despiadada. Sin embargo, a quien yo realmente tengo miedo es al ser humano. Ese sí que es imprevisible y cruel. Y me daba cuenta a las puertas del Gran Teatro de Cáceres, mientras la lluvia empapaba mi camisa y trataba junto a un amigo de revender las entradas de una función de El Brujo. Nos habían fallado dos personas a las que en un gesto de generosidad habíamos invitado. Yo a estas alturas de la función debería saber que la cultura ya no atrae a casi nadie. Todo el mundo te dice que sí, que va al teatro, que lee libros, pero en la intimidad de su piso en La Mejostilla abjura de todo eso y babea de placer ante Aquí hay tomate y la fotonovela venezolana de turno gritando: ¿Quién es ese hombreeeeeeee? Caían chuzos de punta y esperábamos que alguna pareja entrara en el Gran Teatro para ofrecerles las entradas. Un matrimonio accedió a la venta. Eran 30 euros. --¿Cuánto os doy? ¿20 euros? Al final, con la cultura se regatea y escatima. Tuvimos que hacer una rebaja. Es el libremercado. Quizá aquel hombre no se fiaba de nosotros. Quizá pensó que éramos parte de la función. El telón se levantó igual para todos. La obra, estupenda. Refrán: Mucha cultura, mucha cultura, pero tenemos la cara muy dura.

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